Ethnologisches museum, staatliche museen zu berlín

Contra el MUNA y la lógica cultural

Ante el debate público sobre el futuro del Museo Nacional de Arqueología, planteamos ideas a contracorriente acerca de por qué NO necesitamos un espacio como este si antes no resolvemos problemas de fondo en torno al patrimonio cultural y las políticas culturales del estado peruano.

Alex Gonzales Panta

Publicado: 2016-10-22


No entraré en detalles y matices sobre las posiciones a favor o en contra de su ubicación, que por lo que se entiende es el principal problema. Lo que sigue es más bien una posición particular y personal sobre la existencia del museo y las políticas culturales en general.

1.- Para empezar, yo crecí y vivo en Villa el Salvador. De niño caminaba hasta el sitio de Pachacamac, llegaba al lugar por donde ahora se encuentran hoteles y restaurantes campestres, y trepaba la pared para colarme. ¿Por qué? Simple, no tenía dinero para pagar la entrada cada vez que iba.

2.- Un día caminé hacia la parte alta de uno de los cerros frente a Chavín de Huántar para tomar una foto general. En el camino encontramos a un niño sentado mirando al sitio. Conversamos y ante nuestra pregunta de si alguna vez había ido nos contestó: no, vengo a mirar desde acá El Castillo, nunca he ido, dicen que la entrada es muy cara, solo los gringos entran a verlo.

3.- En otra ocasión visitamos un pueblo de la ceja de selva cusqueña para registrar un sitio arqueológico. Un trabajador de la ciudad de Cusco le pregunta a otro del lugar si la “civilización” había llegado hasta allí y si ellos se habían civilizado; luego de unas semanas de trabajo ambos descubrieron que eran primos.

Lo que quiero señalar con estas anécdotas son dos cosas:

Primero, que en la historia pasada y reciente de las políticas culturales, éstas se han desarrollado a espaldas de quienes dicen representar, o en todo caso, no todos los que habitan el territorio peruano han participado en la definición, programación y entendimiento de dichas políticas.

Segundo, que los discursos (presentes en las políticas culturales) de “cultura” y “civilización” desde la modernidad, han moldeado las narrativas y la comprensión de las manifestaciones culturales que existen en el territorio peruano, jerarquizándolas. De ahí que existen ciudadanos de segunda clase, vecinos y pobladores, incluidos y los que incluyen.

En esta lógica se inscriben, en muchos casos, los usos de los sitios arqueológicos y los museos. Desde que son propiedad de todos, pero administrados por pocos, han limitado el acceso a mucha gente, no solo físicamente, sino también en sus diferentes significaciones y valoraciones.

Estos pocos administradores (entre los que nos encontramos los científicos sociales), han(hemos) legitimado ideologías que han jerarquizado todas las formas de expresión cultural, las cuales han sido interiorizadas por gran parte de la población, y que han desencadenado o por lo menos ayudado a cimentar este racismo que aún pervive con nosotros.

He visto muchas veces el modo de inclusión en los sitios y museos arqueológicos, algunas veces siguiendo patrones de la “alta cultura” y otras, con su versión más popular, de “integración directa”. Creo que “incluir” o “vincular” a los “pobladores” aledaños, no pasa por convertirlos en guías turísticos, guardianes o vendedores (sobre todo vendedoras) de artesanías, golosinas y papa rellena en las entradas de los monumentos arqueológicos o museos. Tampoco hacer de un sitio importante en términos culturales pasa por recitar poesía o ver películas que muy pocos entienden.

A mi entender, los museos y los sitios arqueológicos son lugares de historia y por lo tanto, de memoria. Historia y memoria colectiva viva, herencia publica (de todos) patrimonializada (por algunos) y comercializa (por pocos).

¿Por qué no estoy de acuerdo en que se haga el gran Museo Nacional?

Porque se intenta validar lo que no somos en algo que decimos que fuimos.

Porque queremos llegar al bicentenario con el gran museo que “merecemos”, pero que no representamos.

Porque vamos a hacer “visibles” a “nuestras” culturas y sus logros, pero invisivilizamos, como ahora, sus reclamos y disputas.

Porque la medida del excito de un museo no pasa por la cantidad de visitantes (clientes) que gasten dinero visitándolo y garanticen su "rentabilidad".

Porque creo que la inversión debería ir a mejorar los museos que ya existen y crear otros no tan espectaculares en las diferentes regiones del país donde no los hay, con la participación y diálogo horizontal de todos los interesados, en donde se garantice el acceso público.

Y porque, finalmente, no somos esa gran nación homogénea que creemos ser. Somos parte de la historia de grupos sociales (naciones si se quiere) que a lo largo de su trayectoria no han tenido voz ni voto en todas las decisiones que se dicen se toman en su nombre, como el caso actual del Museo Nacional de Arqueología.


Escrito por

Alex Gonzales Panta

Estudie arqueología en UNMSM.


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